
Por Rafael Pabón /22 de abril de 2020.
Ayer recibí dos llamadas, una compañera de trabajo hospitalizada por pulmonía y el padre de una amiga de regreso al hospital grave. Todo esto, mientras algunos claman por el regreso a la “normalidad”. La compañera de trabajo había salido del hospital sin síntomas luego de una pulmonía y regresó varios días después en peor estado. No salía ni a la esquina, dijeron los que estaban cerca de ella. El señor, tuvo síntomas severos al inicio de la epidemia, salió negativo en la prueba, lo dan de alta y regresa grave días después. Este virus es impredecible y no es de fiar. Hoy en New Jersey hubo más muertes por el virus que en ningún otro día. No es momento de bajar la guardia. A mí nadie me saca de aquí hasta que no me sienta seguro. No importa nada. La vida no puede ser remplazada, los trabajos sí.
En nuestra oficina de salud mental de la ciudad nos preparamos para comenzar a dar talleres virtuales de salud mental en los tiempos del Covid 19. Ayer nos dieron una presentación virtual de lo que sería el currículo. Estamos en compás de espera. No todo el mundo corre la misma suerte. Hay muchos sin trabajo, ni dinero para comprar vitaminas ni comidas saludables. Esta enfermedad discrimina. Los blancos de dinero en NY se fueron huyendo para sus casas de veraneo en las afueras. Allí no hay filas para comprar, ni escasea el sanitizer ni la vitamina C. Los negros y latinos cargan con el mayor número de muertes.
Bueno, hoy no estoy de humor ni para hace reír ni para propuestas que valoran más al Mercado que a la vida. Quizás, lo único que me da un poco de gracias en estos días es mi peinado punk de cuarentena, con una franja alta en el medio, los lados rapados por mí, de manera accidental y una cara de aborrecido que se va empeorando con los días.

Rafael Pabón
El autor es un escritor puertorriqueño que cultiva mayormente el género de la crónica. Reside en la Ciudad de Nueva York donde trabaja para el gobierno de la Ciudad en el Área de servicios de Salud Mental.