
Por Iñaki Estívaliz/Fotos Luis Edgardo Cotto
Mickey hoy está más contento que ayer. Ayer estaba aterrorizado y enfadado porque hoy regresaba a su trabajo como conductor de autobús en Boston después de haber pasado 14 días de baja en cuarentena por recomendación de su doctor ya que una compañera de su trabajo había dado positivo a COVID-19.
El día antes de reincorporarse al trabajo todo era preocupación para Mickey, que teme, sobre todo, contagiar a sus dos hijos y a su esposa, quienes permanecen en cuarentena desde que comenzó la crisis.
“No tenemos mucha protección. Estamos expuestos al virus arriesgando nuestras vidas y las de nuestras familias”, lamentaba Michael en una entrevista telefónica el día antes de reincorporarse al trabajo.
Mickey es el nombre ficticio con el que quiere aparecer aquí para proteger su identidad, ya que la Massachusetts Bay Transportation Authority (MBTA) obliga a todos sus trabajadores a firmar un documento que les impide hablar con la prensa sin autorización. Por el mismo motivo, se obviarán en este artículo otros datos que pudieran servir para identificarlo.
“Somos empleados esenciales pero aquí solo eres bueno mientras puedas trabajar”, subrayaba el veterano conductor, a quien quedan pocos años para la jubilación y al que no le hacía ninguna gracia tener que trabajar al día siguiente, entre otras cosas, porque no tenía tan claro estar prestando realmente un servicio esencial.
“En otras emergencias, como por ejemplo durante o después de una tormenta de nieve, nosotros llevamos gente que lo necesita del punto A al punto B, pero ahora realmente no estamos transportando a trabajadores esenciales. Quizás a primera hora de la mañana sí, pero luego estamos paseando a gente imprudente o que no tienen dónde ir. ¿Y para esto estoy arriesgando mi vida y las de mi familia?”, insiste Mickey.
En el momento de hacer esta primera entrevista, ya había muerto un inspector de la MBTA por coronavirus y unos 45 choferes y otros trabajadores de la red habían dado positivo al COVID-19, de los cuales 7 se habían recuperado.
Tras 14 días de cuarentena, Mickey dio negativo al coronavirus y debe regresar al trabajo: “voy de nuevo a exponer a mi familia”.
Antes de que Mickey comenzase su cuarentena, la MBTA ya había implantado medidas de protección, como que no haya que pagar la tarifa de los autobuses y haya que abordar los autobuses por la puerta de atrás.
El sindicato que representa a los conductores, la Boston Carmens Union, Local 589, presionó para que además se pudieran instalar unos cordones en los pasillos de los autobuses para evitar que los pasajeros se acercaran a los conductores.
El sindicato, además, proveyó las primeras mascarillas protectoras para los conductores cuando la MBTA todavía no las había conseguido.
Otra de las preocupaciones de Mickey estaba relacionada con la distancia aconsejable de los 6 pies de separación entre personas.
“Me preocupa mucho que dicen que la distancia entre personas debe ser de seis pies. En ese caso, en el autobús solo deberíamos poder montar a siete personas para que puedan guardar esa distancia entre ellas. Pero eso no está pasando. Están entrando 20 o más personas y yo como conductor no tengo derecho a evitar que entren más de siete. Si entran 20 o 30 personas en mi ruta yo tengo que cogerlas. No entiendo esta parte. No sé cómo vamos a parar el virus así”, expresaba Michael el día antes de reincorporarse al trabajo.
“Yo no me considero un héroe, no me hacen falta los reconocimientos, pero nosotros tenemos más enfermos que otros colectivos y estamos más expuestos y nadie nos lo está reconociendo”, añadió.
Al día siguiente, lo volví a entrevistar cuando salió de su primer día de trabajo tras la cuarentena y parecía una persona diferente a la que había hablado conmigo el día anterior. Michael parecía realmente contento de haber vuelto al trabajo.
Y es que a Michael le encanta ser conductor de autobús aunque no le gusta conducir su propio vehículo. Pero al volante de un autobús: “me siento the king of the road (el rey de la carretera)”.
“Soy un tipo que no tengo problemas con la gente, con los pasajeros. Para mí ser chofer ha sido una experiencia buenísima todos estos años. He hecho muchas amistades. Además es un orgullo porque los autobuses somos el alma de la transportación pública. Cuando se dañan las vías o los trenes, nosotros salimos al rescate. Los autobuses lo resuelven todo. Nosotros somos los que resolvemos”, presume con alegre seguridad.
Mickey asegura que nunca había tenido ninguna preocupación como conductor de autobús hasta esta crisis del coronavirus.
Pero al regresar al trabajo después de la cuarentena se siente mucho mejor que hace dos semanas. Se siente “más seguro”.
Y es que cuando llegó hoy al trabajo le tomaron la temperatura, le dieron guantes, mascarillas y ya, por fin, “hay menos gente” viajando en los autobuses.




Iñaki Estívaliz es un periodista andaluz de origen vasco, puertorriqueño por adopción y residente en Boston. Su trabajo periodístico se caracteriza por ser intensamente humano y por su voluntad de darle voz y visibilidad a las luchas sociales, a las personas marginadas y los trabajadores y trabajadoras.